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Cinco letras

Imagen: Jayson Hinrichsen

Mientras buscaba mi equilibrio asida al pasamano del autobús, leía el enunciado del crucigrama que un muchacho resolvía junto a mí: Sola en su especie.  

Pensé en mi vida y en el caos que se había desencadenado últimamente. Mi madre, en un afán delirante de superar su crisis existencial, decidió tomarse un respiro largándose a la India con su profesor de yoga; mi padre se convirtió al cristianismo para salvarla del fuego eterno del infierno; y David, mi relación más larga, se esfumó de mis sábanas para devorar distancias.

Antes de bajar a mi estación alcancé a susurrarle al oído: «Única».

Me sonrió divertido.

Al final resultaría cierto aquello de que «al mal tiempo, buena cara».

© Nur C. Mallart

Los amantes

Con sus brazos menudos ella rodeó el cuello de su acompañante para decirle al oído un secreto. Él solo sonrió como un amante cómplice.

Se subieron al Metro en la estación Centro Médico y de inmediato hicieron suyo un rincón del vagón de la Línea 3.

Ella traía puesto un vestido entallado, con estampado de piel de leopardo, que hacía que se le notara algo de pancita. Unas medias negras transparentes cubrían sus piernas. Su melena era corta, pero se veía alborotada y le cubría parte de su tez morena, pero no su sonrisa. Se veía a todas luces que era mayor que él.

Él rodeó su cintura con sus largos brazos. Era más alto que ella por medio metro. Los años vividos se habían quedado para siempre en su rostro, el de un hombre que no podía ocultar que había sido galán y seductor. Vestía una gabardina tres cuartos color beige, pantalón negro y botas vaqueras picudas color café.

Elena los descubrió desde que se subieron al Metro y los siguió con la mirada durante el trayecto, como toda una voyeur.

La mujer tenía que pararse de puntitas para rodear con sus brazos el cuello de su pareja. A Elena le recordaba el sex symbol de los ochenta, Mickey Rourke, solo que ella no era la Kim Basinger de la película Nueve semanas y media.

El escarceo, el intercambio de miradas, caricias y secretos al oído continuó durante todas las estaciones que siguieron a la de Centro Médico: Etiopía, Eugenia y División del Norte. Las puertas de vidrio del vagón del Metro se abrían y se cerraban, gente subía y bajaba, y ellos permanecían atrapados en el deseo y la seducción.

Nada los perturbaba, daba envidia su libertad.

En la estación División del Norte, Elena se levantó de su lugar y, disimuladamente, se acercó al rincón de los enamorados. Quería escuchar lo que se decían en voz baja, deseaba robarles sus secretos de amor antes de que las puertas del vagón se abrieran para obligarla a bajarse en la estación Zapata, la más cercana a su casa.

Entonces, se preguntó quiénes eran, dónde se habían conocido; ¿en la colonia Tabacalera?, ¿en la cantina La Mascota?, ¿en una parada de autobús?, ¿a dónde iban?

Elena nunca lo sabría, ni tampoco si venían de hacer el amor o si iban como solitarios fugitivos y adúlteros asustados al encuentro con esa deliciosa demencia voluntaria a la que se entregan unicornios, pegasos y dragones.

En su imaginación, Elena tejió una historia:

Ella había dejado de ser una mujer sumisa, condenada a esperar la llegada de su príncipe azul, y decidió exhibir su pasión con un hombre más joven. Había hecho suya la frase: «Si quieres algo, sal a buscarlo».

Él era un cínico seductor que se asumía como objeto de deseo. Vivía sin miedo al qué dirán sobre su relación amorosa con una mujer mayor. En sus relaciones furtivas con las mujeres maduras siempre se preguntaba: «¿Qué quiero yo?».

Cuando Elena llegó a la estación Zapata, antes de salir del Metro, atrapó a los amantes de estilo cautivador, imagen provocativa, sensualidad y seguridad en sí mismos, y sin que ellos lo supieran se llevó consigo su historia para escribirla en su cuaderno rojo.

—¿Sabías que puedes hipnotizar con el sonido de un reloj? Cada día a las doce mira el reloj y piensa en mí acariciándote.

—Sí

—¿Lo harías por mí?

—Sí.

Nueva colaboración de Carmen Lloréns Fabregat para Inspirando Letras y Vidas

«Canción dormida», (nueva colaboración para Salto al Reverso)

Me enredo en el murmullo de tu vida

desde la vacuidad de este espacio lejano,

lleno de ti.

Llueve sobre el lienzo azul de tus ojos,

el silencio de un amor imaginado.

Frágil, la vida es el cristal que me detiene,

que hiere sin tocarnos.

En medio de mil mares que nos rugen,

ahogo mis días sin calor,

y escribo en el exilio de este cielo

sin estrellas, la nota de tu voz.

Amar a lo invisible es mi condena,

pero hallo en el fuego de este caos

un grito de esperanza,

el beso que sacia cualquier pena.

Tú, letra arrugada en mi alma escondida,

la luna en mi ventana,

y el baile que llora suspendido

en el sueño que robó mis madrugadas .

Tú, secreto guardado entre mis ropas,

la música que mueve mis sentidos,

y el reloj atrapado en la canción

del tiempo adormecido que no fuimos.

 

© Nur C. Mallart

Colaboración para Salto al Reverso

Burbujas (Nueva colaboración para Salto al Reverso)

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Imagen: Jamie Street

 

Incesante gorgoteo en la herida del alma,

flotando sobre la marea de la vida…

Y allá, desde esa lejanía que me eclipsa,

la burbuja, espejismo de un amor.

El amor escrito sobre este cielo que piso

y que maldigo en tu ausencia.

Nado a contracorriente, sin tu aliento a mi favor.

Y en esta burbuja, pensamiento liviano,

me ahogo, me contraigo y me elevo

hasta donde salpique la esperanza

y pueda evitar este destierro.

Paisaje sin color, tesoro escondido

anclado en el más profundo de los mares.

Burbuja de dolor que en el rocío

lloraste en mi jardín y ahogaste

un corazón que ya no es mío.

© Nur C. Mallart, para Salto al Reverso

«El vuelo infinito», nueva colaboración para Salto al Reverso

Ella —no importa aquí su nombre— siempre imaginó tener una vie en rose hasta que una tarde cualquiera, mientras preparaba una fiesta familiar, se le reventó un globo. Fue entonces recordó el suceso de días atrás, cuando otro se le había escapado por la ventana.

En aquella ocasión intentó atraparlo de forma desesperada, pero el globo, empujado por el aire, se elevó azaroso hasta casi alcanzar una hilera de nubes grises y se perdió de vista, al igual que todo lo que había deseado conseguir en la vida. Él también, alguien inalcanzable y demasiado importante, tanto, que ella se sentía demasiado común.

Él tenía casi todo lo que deseaba y mucho más. Sin embargo, ella se consolaba con pintar sus anhelos en una pared o escribirlos sobre la almohada. Él, de cuyo nombre a veces prefería no acordarse, se despertaba ciego por tanta luz artificial y moría cada día un poco, sediento del paisaje y el calor que, todavía sin saberlo, solo ella, auténtica, tierna y veraz, podría ofrecerle.

Ella necesitaba cerrar sus ojos para estar con él, y él en un solo parpadeo se rodeaba de un enjambre de reinas vanidosas y complacientes. Pero él, a veces imaginaba un mundo más pequeño, el mismo donde vivía ella, una galaxia lejana y cercana a la vez, un espacio tejido de estrellas que abrazara a dos mundos.

Una mañana de abril él presentó su última canción, y ella sintió que le hablaba. Sonrió,  dibujando en su mente la idea de que, quizá, él podría mirarse en aquellos ojos o inspirarse en el fino y delicado cuerpo que no tenía ni de lejos el glamur y la perfección al que él seguramente estaría acostumbrado.

Ella, en sus momentos de calma y sosiego escuchaba esa canción, en un ansia de conocerlo un poco más y él, la tarareaba casi a diario para salir de una realidad aparentemente impecable y completa.

Al final del día, ella guardó el globo reventado en un cajón, como quien a pesar del dolor se empecina en atesorar un corazón roto. Y así, mientras ella trataba de llenar esa hueca ilusión, en otro punto del universo, él llegaba a un reconocido teatro donde una multitud lo esperaba para celebrar el lanzamiento de su primer single. Ella se hundió en el sillón y permaneció atenta a la televisión. Se imaginó allí, caminando ufana de su brazo; mientras él, mantenía una sonrisa arcaica y atendía con un desmedido entusiasmo a la prensa para huir de las enloquecidas fans que peleaban por un autógrafo, una mirada o una foto robada.

Ella lloró colgada en la añoranza de un tiempo en que creyó que sería feliz, mientras con el dedo índice acariciaba su nombre escrito en una página húmeda. Y casi al amanecer, se rindió al sueño, agotada de tanto llorarle al corazón a través de las líneas de aquel diario más ideal que íntimo.

Él, casi ahogado en alcohol, deshizo el nudo de su corbata y se sentó en la cama de aquel nuevo hotel en aquella desconocida ciudad. Apuró el último trago del whisky que pidió minutos antes y con su pulgar repasó las imágenes de su teléfono móvil con desgana, como un condenado que lee su sentencia de muerte.

Cuando despertó, ella tenía los ojos hinchados y trató de evitar la luz del nuevo día ocultándose bajo las sábanas. En la habitación de aquel hotel, él se recostó sobre la cama y miró hacia la ventana. Vio un globo, el único que sobrevivió a aquella extravagante fiesta nocturna. Se había enredado entre las plantas del balcón. Sonrió, dejando caer el vaso que sostenía sobre la alfombra. Recordó las fiestas infantiles de la escuela, el olor a comida casera en el jardín de la vivienda familiar, el suave tacto de su madre apartándole un mechón de su cabello y, años después, el primer beso en su dieciséis cumpleaños. Echó de menos aquella vida y al muchacho que fue.

Ella se dirigió al trabajo como un autómata. La música fluía a través de sus sentidos, era el refugio donde descansaba su alma y donde vivía amorosamente libre con él. Decidió cambiar el rumbo habitual y atravesó el parque descalza. Era temprano y el rocío de la mañana se sentía como un bálsamo bajo sus pies. Deseó quedarse ahí todo el día y de noche, buscaría escapar de aquella vida para siempre. Pensó en él, en su guitarra y en aquella última canción, para ella, de él, para los dos.

Finalmente, él se levantó y metió el globo en su habitación. Lo ató a una silla frente al escritorio y se sentó. Entonces, invadido por un gozo secreto cerró los ojos y la vio a ella. Sus labios desearon recorrerla con las mismas ansias con que escribía otra canción:

Someday, somewhere far from this gray, I will be in the blue of the sky. Can you see the color of this big balloon? This is my life, this is my heart talking about you… loving you even though does not see you… 

(Traducción: Algún día, en algún lugar lejos de este gris, voy a estar en el azul del cielo. ¿Puedes ver el color de este gran globo? Esta es mi vida, este es mi corazón que habla de ti, que te ama aunque no te ve…).

© Nur C. Mallart

Para Salto al Reverso

¡FELIZ 2017!

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Imagen: Unsplash.com / Morgan sessions

“En la vida hay que perder con clase y vencer con osadía, porque el mundo pertenece a quienes se atreven«. Charles Chaplin

Estamos en la recta final de un año que, para muchos, habrá sido muy positivo, productivo y lleno de ilusiones que se habrán materializado. Sin embargo, en la otra cara de la luz, siguen habitando las sombras que todavía no se disiparon del todo, que parecen no querer abandonar un camino abrupto, espinoso, demasiado largo…

Estés donde estés, no pierdas el enfoque del lugar hacia el que te diriges. Y si no sabes hacia dónde ir, perfecto. Descansa. Haz un alto en el camino y trata de disfrutar de las cosas que te rodean bajo otra luz: la esperanza.

Quizá no desees estar donde estás pero, ¿has tratado de crear algo distinto aquí, donde estás ahora? Es posible que ese lugar esté lleno de posibilidades que te niegas a descubrir.

Respira… Respira. ¿Puedes hacerlo? ¡Felicidades! Entonces estás vivo y, mientras existas, puedes hacer algo más que quedarte de brazos cruzados esperando a que algo importante ocurra… ¿acaso algo más IMPORTANTE que tú? ¿Lo crees posible?

Tú eres único, una obra original, una voz auténtica que no necesita ser comparada con nadie ni mejorarse. Tú ya eres todo. Eres el camino, eres la luz y la sombra. Eres todo lo que sueñas y todo lo que amas. Estás completo.

Si todavía no lo hiciste, AGRADECE, deja de maldecir y quejarte por lo que no tienes, por lo que perdiste, por lo que has pasado. Alguien dijo una vez que “Aquello que perdemos regresa, pero transformado”. Suelta amorosamente el 2016, despídete sin juicios ni rencor, el dolor es parte de la vida y la vida SIGUE. Seguro que en medio de ese caos que atravesaste hubo muchos momentos luminosos y gente que, de TODO corazón, deseó ayudarte, ¿pudiste ver eso? ¿Sacaste lo positivo? Porque la oportunidad SIEMPRE estuvo ahí.

Si crees que el 2017 estará exento de dolor y/o dificultades, lamento decepcionarte… Ojalá hayas aprendido las lecciones de este valioso 2016 que estamos a punto de despedir, así podrás enfrentar con más fuerza y sabiduría lo que el nuevo año tenga para ti.  La decisión es tuya, ¡y una buena actitud siempre será tu mejor arma! Empieza cambiando la palabra «problemas» por «retos«. Mucho mejor, ¿verdad?

Nada nos pertenece en este mundo, ni siquiera lo que crees que conseguiste con tanto esfuerzo. TE FUE DADO, como la vida misma. Si aceptas esta Verdad, créeme, vivirás aprovechándolo todo y creyéndote realmente alguien muy amado y bendecido. Vivirás, dejarás de funcionar y creerte alguien que merece algo mejor… Posiblemente lo merezcas, pero ¿cuánto agradeces por lo que ya se te dio?

Que tu amor te encuentre… No te escondas de él porque ya vive en ti. No trates de matarlo porque es imposible. No pierdas esa luz, ese rumbo interior… Y si lo haces, que sea para arriesgarte a vivir alguna aventura en un bosque encantado, una selva misteriosa, un desierto, una playa, oasis, o en los brazos y los besos de quien todavía miras de lejos, por miedo… ¡Da ese paso! ¡Arriésgate! TODO ESTÁ A TU ALCANCE. ¡Debes creerlo para crearlo! Solo pierdes cuando renuncias por miedo a perder.

Y hablando de encontrarse, espero verte, que sigas ahí, siempre. Ya sea entre las letras o las miradas que compartimos, a través de la voz, del tiempo, de las nubes, del amor…

Espero verte tal como eres. Con esa luz que es tu vida, lo único que tienes entre manos, el resplandor que el mundo necesita que muestres. LA VIDA, lo único que viniste a compartir porque no es tuya. Fue un regalo.

¡FELIZ 2017!

© Nuria Caparrós Mallart

Entrevista en RNE

Hoy, entrevista a Palabras a la Carta en el espacio Esto me suena de Radio Nacional de España (RNE), dirigido por el locutor y periodista José Antonio García.

Escúchame llevando este proyecto a través de las ondas:

https://blogpalabrasalacarta.com/2016/12/27/esto-me-suena-de-rne-entrevista-a-nuria-c-mallart/

¡Muchas gracias!

«Una sola palabra tiene el poder de hundirte o salvarte»

Hoy compartimos la entrevista que ha publicado la periodista Gemma Tramullas sobre nuestro proyecto Palabras a la Carta en la Contra de El Periódico.  Y la reproducimos en nuestro blog: Los científicos acaba…

Origen: «Una sola palabra tiene el poder de hundirte o salvarte»