MENSAJE EN UNA BOTELLA

Cancún. Diciembre 2008

Cancún. Diciembre 2008

Dice el calendario que nacisteis en invierno, sin embargo, en la página de mi vida, ese día estalló la más deslumbrante de las primaveras. Mi cuerpo, transformado en una flor desde hacía unas lunas, cuidaba con esmero sus frutos más dulces, el amor más puro que pueda experimentarse jamás, el amor después del amor y mucho más allá del amor. Ese día de eterna luz para mí y sueños por cumplir para vosotros imaginé que caminaba por una playa desierta y encontré, a la orilla del mar, una botella. Paseaba casi desnuda y mis pies descalzos dejaron en la arena la huella de una vida que ya me parecía plena y llena de sentido. Nada más lejos de la realidad, aquel trazo en el camino no estaba completo, estaba a punto de renacer y vivir lo mejor, lo imposible de mejorar y ni siquiera soñar, vosotros dos, mi fuerza y mi credo, mi Fe en Dios y su majestuosa existencia, su rostro reflejado en el vuestro y la prueba de que todos y cada uno de mis pasos fueron especialmente diseñados para llegarais a mis brazos.

El sol apretaba, sus rayos impactaban sobre aquella botella que brillaba. Miré a mi alrededor, la playa seguía solitaria. Corrí entonces hacia aquel descubrimiento de cristal verde manzana como mi esperanza. Esperaba encontrar un mensaje en su interior, una carta dirigida a mí, pero no había nada. Me senté decepcionada y miré hacia el infinito buscando quizá una señal. El mar, enérgico, vomitaba espuma y yo tenía el sueño de que el vigor de su oleaje me traería una nueva oportunidad, otro hallazgo, pero nada.

Mis pies jugaban con la botella que rodaba. Pensaba en vosotros, en cuánto os gustaría el mar e imaginaba que jugabais en aquella playa. Os veía corriendo por la orilla tras una pelota, hablando entre risas o haciendo castillos de arena con papá. Sonreí y comprendí todo en un instante, yo llenaría esa botella con la parte de mi vida que daría alas a la vuestra. Una carta con destino Iker y Eric. Que llevara el brillo de ese sol y el amor que siento si es que es posible embotellarlo. No me siento capaz, huyeron las palabras, quisiera llenar esa botella con tantas cosas… ¿Cómo limitar lo inagotable? ¿Cómo describir la eternidad?

Escribí vuestros nombres en la arena e, igual que cuando me enamoré de papá, los rodeé con un gran corazón. El mar nunca los borrará, se los llevará a las profundidades para que los encontréis buscando tesoros, los que nunca nadie os podrá quitar, vuestros sueños, vuestros anhelos, vuestra vida, allá entre lo más sagrado de ese gran corazón que tenéis, mi océano. Todo permanecerá en él  porque nada muere, sólo se transforma y mamá se convirtió un día en la sirenita que tanto te gustaba dibujar, Eric, o en  la fuente donde siempre jugabas, Iker.

Pinté la botella con todos los colores de la felicidad, vivos, intensos y la lancé al mar. En ella viajan toda mi admiración y agradecimiento hijos porque a tan corta edad en qué grandes seres os estáis convirtiendo. Habéis aprendido a hacer magia creando en mi vida y en la de papá una bellísima aventura,  un viaje de valientes piratas, con dragones, princesas y superhéroes como los de la gran pantalla, los mejores, mis preferidos, vosotros, mis dos amores.

  ©Nur C. Mallart

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10 pensamientos en “MENSAJE EN UNA BOTELLA

  1. bellísimo amiga. es verdad que no se puede describir un amor tan grande, pero has dejado un gran testimonio que principalmente os llenará a esos pequeños y que personalmente me ha conmovido. Te quiero mucho, tienes un gran corazón.

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  2. Genial, como siempre. Eres mágica escondiendo en esa imaginada botella de cristal verde, tanto amor y tanto sentimiento. Me resulta fácil convertirme por fugaces instantes en Pedro, Eric ó Iker y mirar el contenido de esa botella nunca perdida y siempre encontrada, mientras grito al cielo la mas hermosa de las palabras: TE QUIERO.

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  3. Sin palabras me dejas, germaneta estimada.
    Tu corazón está lleno de tanto sentimiento… Por tus venas no corre sangre, sino letras y letras que galopan para ser expresadas por tu mano. Gracias por permitirnos acercarnos a tu interior.
    Me quedo con esta frase: «yo llenaría esa botella con la parte de mi vida que daría alas a la vuestra». Te quiero baldufa.

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    • Gracias por empatizar con ese sentimiento tan profundo que alberga y desborda mi corazón, el amor por los hijos. No se puede explicar en palabras, es indescriptible. Es como si la propia vida renaciera cada día, una y otra vez, como si sintieras que nunca te vas a morir porque el amor a tus pequeños es poderoso, creciente y eterno, como el mejor de tus sueños.

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